
Cuando los calendarios de banco que decoran las paredes de nuestras cocinas se abrían por la página más corta de las 12, os informaba de lo bien que se paseaba por esta ciudad en
bici. Pero de momento y hasta que decida la forma de sustituirla, mis pies serán los encargados de llevarme y traerme a los sitios.
Gracias a un amigo de lo ajeno, una de esas personas que no pueden vivir sin la emoción de delinquir, vamos, como diría Don Camilo, un auténtico hijo de puta, este aparca-bicis tendrá un hueco vacío que dudo rellene con otra, porque aunque me haga con los servicios de una nueva, no creo que me atreva a dejarla durmiendo con el simple abrigo de una cadena.
Hasta siempre mi compañera...