En el colegio que me vio pegar el estirón, una vez cada 2 años, más o menos, ponían unas misteriosas casetas que aparentaban ser confesionarios con las que todos jugábamos y nos preguntábamos qué sería lo harían ahí. Desconozco si será por la falta de memoria o por la lejanía de aquellas fechas, pero no recuerdo ni a un solo profesor explicándonos el uso de aquellas cabinas donde jugábamos a ser supermán.
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