3 de junio de 2011

Mi dulce condena

Llegará el día en que mis pulmones no dependan más que de aire para sobrevivir, igual ya lo podrían hacer, pero cada vez que me siento detrás de una taza de café o delante de mi ordenador, instintivamente enrollo un cilindro nicotínico y le doy uso.

A veces pienso lo maravilloso que era cuando podía correr sin ahogarme, o cuando los rayos del sol que atravesaban mi ventana a primera hora de la mañana me despertaban y no tenía esa carraspera ni esas flemas a las que ya me he acostumbrado. En esos momento pienso... mañana lo dejo, pero el mañana nunca llega, porque al día siguiente ya estoy enganchado al humo otra vez.

Está claro que no me voy a pasar la vida entera fumando, pero cuando me planteo una fecha para dejarlo todas me parecen malas, así que... Mañana lo dejo¡¡¡

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