8 de julio de 2010

En casa ajena


Ni que decir tiene que mi casa no tiene ventanas a la "piscina" de Murrieta. Así que cada vez que se celebra algo (generalmente futbolístico) los fotógrafos nos las tenemos que ingeniar para convencer a algún vecino de los que admiran, unos orgullosos y otros resignados, cómo miles de personas se desgañitan las gargantas a escasos metros de sus camas.

Esta vez fueron una señora y un niño (desconozco su parentesco) los que me abrieron la puerta de su casa para permitirme plasmar la alegría de un país entero. Entre el calor y la euforia con la que me vio entrar, y empapado por lo que la gente pensaba que era agua, la anfitriona no tuvo más remedio que refrescar mi gaznate con, curiosamente, la típica bebida alemana. Muchas gracias a los dos y gracias a todos los que otras veces nos han abierto las ventanas y los balcones de sus moradas para facilitarnos el trabajo. 

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