19 de julio de 2010

Este es el camino






En el año 2006 yo tuve mi verano con mayúsculas. Por circunstancias de la vida pude aprovecharlo a sabiendas que seguramente iba a ser el último que pudiera disfrutar de verdad. Una de las actividades que planeé para aquel inolvidable estío fue recorrer cual caracol varios países de tren en tren, algo que recomiendo a todo aquel que se lo plantee. Para una mente que aún no había pasado por otras culturas que no fuera la propia, una de las cosas que más me llamó la atención fue lo que vivimos Romero, Tofé y yo en un parque de Ginebra (la ciudad, no la bebida).

Paseábamos por el parque de La Granja, si mi memoria no falla, y nos encontramos con un concierto al aire libre. Era un grupo francés que llevaba el ska por bandera, pero eso no fue lo mejor. Ver la maravillosa diversidad de público asistente es lo que con más cariño permanece en mi retina. Un grupo de chicos de apenas 16 añitos saboreando sus primeras cervezas, una pareja que, mantel incluido, disfrutaba de una cena romántica, un grupo de 3 españolitos mochila en mano aprovechando sus últimas horas en la ciudad, una señora de unos 60 años tumbada en el césped sin poder controlar la sonrisa de su boca, algo que nos intrigó hasta que vimos que su cigarro tenía un cierto tono verdoso...

Pensaba que tendrían que pasar muchos años hasta que viera algo parecido en mi ciudad. Pero pequé de desconfianza. El sábado pude ver algo parecido en el parque del Ebro. Más de un centenar de personas disfrutamos de conciertos de todo tipo y diversas actividades culturales que, mezclando a los más variopintos espectadores, me hicieron recapacitar y pensar que igual sí somos europeos. O al menos estamos en el buen camino.

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