31 de julio de 2010

Dormido sin remordimientos


Tres semanas cumplen ya desde el último día que me pude quedar en la cama hasta las 12. Es uno de los pequeños placeres de mi vida. Una vez cada dos semanas, hay veces que incluso una por semana, tengo la enorme suerte de poder dedicar una mañana a retozar en la cama cual enfermo medicado, sin la presión autoinfligida de trabajar. Y hoy estoy feliz porque veo cerca uno de esos días.

Mañana comienzo ese período veraniego, esas semanas por las que trabajamos todo el año y que llevamos meses planeando. Yo aparcaré la caravana en un camping evitando gracias al agua del cantábrico que el sol queme mi blanquecina piel, e ignorando con facilidad la comprensible idea de añorar la rutina diaria y la gente con la que la compartes. Disfrutad.

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